Iba a
escribir una entrada que empezaba diciendo “Cuando era pequeña…” pero entonces me ha venido a la mente mi sobrina,
y el hilo ha tomado otro rumbo, así que dejaremos esa historia para otro día.
Y es
que mi sobrina acaba de cumplir 5 años, pero ella dice que no es pequeña, que
ya es mayor y que el pequeño es su hermano.
Mi
sobrina es una cabezota (no sé a quién habrá salido…), pero de estas que creen
que pueden con todo y lo intentan hasta que lo consiguen (porque la mayoría de
las veces lo consigue), y entonces tú, que a lo mejor te has pasado 10 minutos
simplemente viendo como intenta abrir una caja con truco, no sientes que hayas
perdido el tiempo, te sientes super orgullosa de ella, más incluso de lo que
ella está, y te mira con una sonrisa que dice “Te dije que podía”.
Y
piensas, si con 5 años ya es así, cuando tenga más no le va a parar nadie. Y
esperas que así sea, que no se le crucen las cosas, que siga consiguiendo lo que se propone
porque ella puede, y que venga a decírtelo con una sonrisa de satisfacción con
cada logro. Pero que también sepa que si ella no puede, estamos ahí para
enseñarle nosotros cómo hacerlo.
Así que al
final va a ser verdad eso de que ella no es pequeña, porque es una grande.
No sé
si alguna vez he comentado que yo hice mis prácticas en un centro de personas
con Alzheimer.
La verdad es que nunca me he considerado una persona muy
paciente, pero con ellos tenía una paciencia infinita, y no es que tuviera que
forzarlo, es que me salía solo (lo mismo me pasa con mis sobrinos).
La
paciencia es algo que tienes que trasmitir a las familias. Si son capaces de
repetirles miles de veces lo mismo a un niño, por qué no a sus padres que ya
tuvieron que hacerlo con ellos cuando eran pequeños, sus padres que le
enseñaron aquello que ahora ellos deben “volverles a enseñar”…
En muchos
aspectos, son como niños, aunque no se les deba tratar igual, son adultos, pero
desprenden la inocencia de un niño.
Trabajar
con ellos me enseñó mucho, a comprender que aunque padezcan una enfermedad que
les haga no recordar muchas cosas (por desgracia entre otros muchos síntomas), no olvidan el
trato cariñoso que les muestras y te lo devuelven multiplicado por mil, en
serio, es una de las cosas que más echaré de menos, las sonrisas que muestran
en cuanto te ven, los besos y los abrazos, las risas, sus historias (se repitan
o no)… Es muy difícil expresar todo el cariño que mostraban con nosotros.
Aunque también había momentos difíciles en los que la tensión aumentaba debido
al cambio brusco del estado de ánimo de alguno de ellos, pero al final esas
cosas no son con las que te quedas.
Sin
duda ellos me enseñaron mucho más de lo que yo pude ayudarles, aprendes muchas
cosas de las que no eres consciente hasta que pasa el tiempo.
Aprendes
que la música es una de las mayores memorias que existen, porque eso que se
dice de que los olores son uno de los mayores evocadores de recuerdos
probablemente sea cierto, pero desgraciadamente en la enfermedad de Alzheimer
el olfato es uno de los primeros sentidos que se deteriora, de hecho cuando
trabajaba con ellos en esta área ni siquiera eran capaces de reconocer el olor.
En cambio cuando sonaban las primeras notas de la guitarra, ese momento en el que
yo aún no había reconocido la canción, ellos ya la estaban cantando, y con cada
canción que cantaban los vi reír, bailar, llorar… Algunos no querían cantar en
ese momento y me contaban historias que habían vivido en las verbenas de sus pueblos
y cosas así, muy golfos todos ellos ;)
No
quiero hablar de la parte triste de esto, que no es pequeña, porque al final
hay que quedarse con las cosas buenas, con esos momentos de lucidez en los que
se acuerdan de que la semana pasada faltaste y te preguntan qué te pasó, con
las miradas que te dicen mucho más que unas palabras que en ese momento no
recuerdan como pronunciar, con la historia de sus vidas y su orgullo al
contarlas, al hablar de su familia, con los momentos en los que se acuerdan de
algo y llegan a llorar de la risa…
Son
miles de cosas las que podría escribir de esa experiencia, muchas anécdotas,
pero espero que nunca tengáis que vivir una experiencia así de cerca, porque es realmente duro.
En una
de las charlas del curso de formación nos pusieron una viñeta en la que habían
dos hombres sentados en un banco y uno le decía al otro:
¿Te acuerdas cuando decíamos ‘¿Te acuerdas…?’
y ¡nos acordábamos!?
Me hizo
gracia, yo ya voy en camino por lo visto, porque la mitad de las veces que me
dicen eso me tienen que dar más detalles para que me acuerde de la situación ¡Un
desastre!
Así que
esta entrada va de extremos, de la infancia y de la "vejez", pero sobre todo, de
que existe un punto en común que a veces es difícil de ver.
Siempre he pensado que el Alzeimer deber ser de las cosas más tristes que le puede pasar a un familiar, que te encuentres con que de pronto tu madre no sepa quién eres...
ResponderEliminarEn cuanto a la música, me acuerdo de estar hablando con una chica que me decía que la música no le aportaba ni la mitad que la poesía, y yo le decía que lo bueno que tiene la música es que no necesita ser expresada con palabras sino simplemente sentirla, por eso a mí es una de las cosas que más me gustan. Así que entiendo perfectamente que sea uno de los sentimientos y los recuerdos que ni siquiera esa enfermedad puede quitarte.
En cuanto a lo de tu sobrina, pasa la fregona, que se te caen las babas xD
Biquiños.
Yo también considero que es una de las enfermedades más chungas, para la persona que la sufre pero sobre todo para la familia, porque al final llega un punto en que la persona que la padece no es consciente.
EliminarLo de mi sobrina me lo dicen mucho jajaja y eso que no me gustan mucho los niños... pero tanto mi sobrina como mi sobrino (L).