miércoles, 3 de junio de 2015

No lo tomes literal

Como muchos otros niños, cuando era pequeña, tenía miedo a la oscuridad. Y llegó un punto en el que mis padres me decían que ya era mayor como para tener miedo, y que no podía dormir con la luz del pasillo encendida. Así que la apagaban, y yo sólo pensaba en dormirme lo antes posible para que no me comieran los monstruos.

A lo mejor por eso pensaba que hacerse mayor era perder los miedos, que la gente adulta no temía a nada. Recuerdo que sólo la presencia de los adultos ya hacía que me sintiera segura, porque pensaba que si yo no podía con algo, al menos ellos podían enfrentarse a todo.

Y ahora que ya no soy una niña, creo que cada vez tengo más miedos. Ser consciente del riesgo que conllevan algunas situaciones es necesario, pero no bueno en exceso. Y yo soy una persona que le da muchas vueltas a las cosas, y pienso en todas las posibles consecuencias que puede tener esa acción que me resulta desconocida en principio -aunque luego la haga- pero muchas veces la hago con miedo, y eso ya quita un poco la gracia a todo.

Cuando somos pequeños nos da igual caer, de hecho nos tiramos apropósito sabiendo que nos vamos a levantar igual. En cambio, cuando crecemos nuestro cuerpo empieza a resentirse un poco con tanta caída y ya no nos da tan igual eso de que pase lo que tenga que pasar que yo lo hago.

A veces pienso en cómo algunas personas son capaces de llegar tan lejos, cuando yo me canso al primer kilómetro. Y creo que la respuesta es no tener en mente las consecuencias, porque no sirve de nada. Eso no significa no valorar la situación o no tener en mente un objetivo, no confundamos. Pero no hay fórmula secreta, la mayoría de la gente (por no hablar de toda) vive improvisando, porque es lo único que funciona, porque no sabes con qué obstáculos (o rampas) te vas a encontrar.

Así que he decidido que si los monstruos me quieren comer que me coman, y que si me tengo que levantar un poco dolorida pues ya se curará, pero que al final los niños siempre son los más valientes, porque como se suele decir “valiente no es aquél que no tiene miedos”.