Estaba yo aquí haciendo un pinta
y colorea (porque pintar me encanta, pero dibujar se me da fatal) de La noche
estrellada. Cuando miro por la ventana y veo a un hombre en el parque de bajo,
tomándose un café y fumando un cigarro, con su mascarilla en la barbilla, por
supuesto, y sus guantes tocando el muro en el que tiene apoyado el café. Y ya no
he podido pensar en otra cosa mientras pinto. En cómo se está llevando esto del
confinamiento, en cómo mucha gente se está tomando a la ligera unas medidas que
yo, y muchas más personas, estamos cumpliendo de forma bastante estricta, pero
otras tantas se las toman por el pito del sereno.
Mientras, pienso en esos
sanitarios, a los que están llamando héroes, cuando quizás sean más bien
víctimas. En cómo se está “romantizando” una situación tan horrible. Y salen a
aplaudir a las 19:58h como si con eso bastara, como si les diéramos una palmadita
en la espalda para decirles “Eh chaval, esta situación es una mierda, pero lo
estás haciendo muy bien, sigue así”. Mientras ellos siguen con su música en los
balcones y su bajada diaria a por pan ¿a quién narices estáis aplaudiendo?
Todos esos trabajadores que son
hoy esenciales (no sólo sanitarios), están dando todo lo que pueden, están
agotados, y al resto, les cuesta tanto quedarse en su casa...
Cuando llegue la
segunda oleada (esa de la que poco se quiere hablar, normal) y todos esos sanitarios a los que se les aplaude desde los
balcones no puedan más, cuando las mascarillas que ahora llevas, mientras sacas
tu nariz por ella, o te tocas la cara para bajártela porque necesitas fumar ese
cigarro, cuando vuelvan a agotarse, lo pagaremos todos. Porque lo que estamos
intentando ralentizar, tiene que llegar igualmente. Pero necesitamos todo este
tiempo para estar preparados.
Que ahora, cuando todo esto pase,
valoraremos más esas pequeñas cosas que nos hacían felices sin saberlo, dicen. Y
leo lo de “Eso es la nostalgia, descubrir que las
cosas del pasado que entonces ni siquiera sospechabas que eran la felicidad, sí
lo eran”. Y los que ya lo sabíamos qué, qué podemos sacar de todo esto.
Los que ya sabíamos valorar a nuestra gente, hacer cosas en casa, tener hobbies. Los
que valorábamos la naturaleza o simplemente dar un paseo, las cervezas entre amigos. Los que
ya pintábamos, hacíamos ejercicio en casa, mirábamos antiguas fotos, leíamos,
jugábamos… los que hacíamos todo eso aunque sin subirlo a las redes
constantemente. Los que nos morimos por ese rayo de sol en la cara en una
terraza, que ahora lo consigues tumbándote en el escritorio a las 7 de la
tarde, o ni eso.
Yo, que no tengo ni perro ni balcón, tampoco puedo quejarme de
las condiciones en las que estoy viviendo esto. Y para mucha gente estará
siendo algo durísimo, por supuesto. Pero miedo me da lo que está por venir.
Y ojo, me alegro de que se intente mantener ese pensamiento
positivo de las cosas. Pero hay una fina línea que muchos no distinguen. Esto
es como lo de decir te quiero, y los actos que lo demuestran ¿por qué la gente
valora tanto las palabras y hace tan poco en concordancia?
A veces, sólo queremos mirar por
la ventana. Pero cada vez que me asomo, veo algo así y me enfado a unos niveles
que no quiero. Y por supuesto, estoy totalmente en contra de la policía
balconera. No confundamos. Pero hay situaciones, como la del señor del muro,
que me sobrepasan en estas condiciones.