Soy una
negada para los deportes, lo reconozco, yo no nací con esa habilidad, yo nací
torpe y hay que quererme igual, lo que pasa que la gente se cree que lo digo por decir, y luego pasa lo que pasa...
En mi antiguo blog ya conté mi gran experiencia
con el Snowboard, que aquí la dejo por si a alguien le apetece subirse un poco el ego leyendo mis peripecias. Pero como no me doy por vencida (algún deporte se me tiene que dar bien por estadística ya) yo lo sigo intentando, esta vez paso a relatar mi experiencia con el Surf.
Desde pequeña el Surf siempre ha sido un deporte que me ha llamado la atención (me gustan los deportes con tablas sí), también intenté practicar Skimboard que ahora está bastante de moda, yo sólo adelanto que no es tan fácil como parece, que aunque lo practiquen también niños (malditos niños, por qué me fiaré siempre de ellos) los hostiones te los pegas igual. Pero bueno, hoy el tema es el surf.
El caso es que P tiene una tabla de surf de estas que se supone que son para principiantes, que no sé yo, igual es que yo aún soy un nivel más inferior a eso...
Total que nos fuimos a la playa un día que había algo de olas. Yo como siempre estaba súper emocionada, yo me emociono en seguida con todo, también se me pasa en seguida cuando veo que soy una negada, pero soy como una niña pequeña cuando me ilusiona algo.
Desde la arena me dio unas lecciones básicas de lo que tenía que hacer una vez estuviera en el agua, todo muy bien, así que nos metemos con la tabla en el agua.
Para empezar, remar a contra corriente es una coñazo, sobre todo cuando te comes todas las olas porque la tabla (al ser de principiantes) es más gorda y no se hunde para pasar la ola por debajo. Pero lo conseguí, una vez en la zona de calma llega el momento de sentarte en la tabla a esperar una ola que te consiga arrastrar luego.
Sentarte en la tabla... qué fácil parece, eh? ¡pues no es tan fácil! que la tabla se desequilibra y cuesta cogerle el truco, pero bueno, no tardo mucho en desbloquear el logro. Ahora sólo queda esperar un poco hasta lanzarte a una ola con suficiente potencia como para que te lleve, que es cuando empieza lo chulo del deporte.
Lo veo a lo lejos, empieza a levantarse lo que será la ola que me lleve como a una sirena... Giro la tabla, me tumbo y empiezo a remar, cojo la ola, me pongo de un salto de pie como P me había enseñado y me deslizo como una profesional...
Ya...
Esa es la imagen que tenía yo de mí con el surf, la realidad es que la ola me arrastra sólo un poco (por no remar lo suficiente) y yo sigo tumbada porque para nada me veo capaz de ponerme de pie de un salto con la tabla en movimiento (bueno ni parada, para qué engañarnos).
Total que al final vuelvo a remar otra vez mar adentro, porque aún no me he dado por vencida, eso llega un poco después, cuando ya llevo unos cuantos intentos, la playa empieza a llenarse de gente y yo empiezo a notar que mi sentido del ridículo comienza a llegar al límite del día...
Pero ese momento decisivo aún no ha llegado, llega en el momento en el que decido coger una 'buena ola'. Esta vez voy decidida, remo bastante para que la ola pueda impulsarme bien, y por fin veo el momento de ponerme de pie, así que apoyo las manos con firmeza en la tabla para ponerme de pie y en ese momento se hunde el morro (¡¿pero no se suponía que al ser una tabla de principiantes no se hundía?!) así que me voy de cabeza al agua, la tabla sale por detrás de mí y al salir yo del agua desorientada me golpea en la cabeza, ahí, ahí llega el momento de ridículo máximo del día...
Me giro por si con suerte P no me ha visto, pero ahí está, partiéndose de risa.
Así que tiro la toalla, y decido que un golpe en la cabeza, una marca en la pierna provocada por la quilla de la tabla (que aún tengo, no puedo decir que el surf no me ha dejado marca) y mi dignidad en el fondo del mar, son suficientes para acabar el día de surf por el momento, y ya otro día iré más mentalizada.