Me resulta difícil no pasarme por aquí por estas fechas, aunque esto ya sea un desierto, da igual, más cielo estrellado para mí.
Hace 8 meses que dejé de entrar, y mi vida ha cambiado y a la vez sigue igual. Sigo perdiendo autobuses, sigo equivocándome de metros justo antes del examen, siguen pasándome cosas que sólo puedo catalogar cuando las cuento como "mi vida", y sólo con eso ya parece que para el resto todo cobra sentido. Me hace gracia esto, es como que ya han aceptado que soy un desastre y, a la vez, dentro de mi mala suerte, tengo la mejor suerte del mundo.
La verdad es que he pasado de tener demasiado tiempo para pensar en todo, a no tener tiempo de pensar en nada. Tengo tantos campos abiertos, tantas cosas que decidir en este 2018, que en cuanto tengo un hueco libre, y me pongo a pensar, sólo pienso Carpe Diem, porque si no el estrés y la ansiedad se apoderan de esos pocos ratitos que tengo para mí, y es algo que este año no permito, aunque a veces se me escape.
Y es verdad que necesito unas vacaciones, y que aunque me guste quejarme no me quejo (siempre) por vicio. Pero hace ya más de un año que no tengo unas vacaciones de verdad, de esas de tener dos semanas de no hacer nada. Mis vacaciones fueron cuatro días libres que conseguí empalmar para irme a Gerona, y desde entonces ni siquiera tengo dos días libres seguidos, por no tener, hay semanas que no tengo ni siquiera uno... Pero sé que esto es sembrar los frutos, aunque no me garantice recogerlos, hace un año que aprendí la lección (nadie sabe de dónde he sacado esta calma que no me representa).
Y nadie sabe cómo, ya estamos en Navidad. Unas navidades distintas, pero Navidad al fin y al cabo. Y Navidad es de mis épocas favoritas, así que por muchos días de 48 horas que necesite, es Navidad, y he aprendido a sacar mis huecos libres de debajo de las piedras.