En abril por fin me llamaron de un trabajo, un trabajo de mierda, pero un trabajo, así que algo me subió el ánimo (lo de nini no es lo mío). Luego pasaron los meses y empecé a quemarme porque seguía buscando de lo mío, y seguía sin encontrar nada, y con el trabajo de mierda sólo libraba los domingos. Al final de año las condiciones mejoraron y ya me pude turnar sábados con mi odiosa compañera.
El caso es que ayer quedé con una amiga, y estábamos hablando del comienzo de este año, de cómo valorábamos el año pasado y bueno, llegamos las dos a la misma conclusión. Quitando el tema económico/laboral, y alguna que otra cosilla suelta, el año pasado no fue tan malo. Aunque tengamos ese recuerdo de él.
Las dos estamos en crisis, porque cuando te tiras 7 años (carrera+máster) estudiando una cosa que te encanta, y luego ves como se te cierran todas las puertas, pues cuesta centrar el foco de atención en otra cosa. Pero aún no hemos tirado la toalla, seguimos intentándolo, aunque todo sea un sacadineros, aunque a veces nos dediquemos a hacer cosas por amor al arte porque nos gusta, y no hay otro modo.
Y por eso este año nos hemos propuesto valorarnos más y valorar más el resto de cosas. Seguir intentándolo, aunque cueste, y a lo mejor hasta encontramos otros caminos. Que siempre se me olvida lo de que esto es una carrera de fondo, y a veces me canso antes. El año pasado mandé todos mis objetivos a tomar viento, y me he dado cuenta de que no sé vivir así. Así que me estoy reconciliando con lo que en el 2016 mandé a pastar, y centrando mi atención en otros focos que dejé un poco descuidados. Y lo cierto es que sienta bien.