Últimamente me he convertido en una experta
en cómo montar muebles del Ikea, cómo subir una nevera entre dos personas que
en principio no cabe en el ascensor, cuántos litros de pintura se necesitan
para pintar noventa metros cuadrados, cómo intoxicarte con el Cillit Bang, encontrar
las mejores ofertas y aprovechar todos los Black
Fridays, Red Mondays y Stupids Sundays que existan.
La verdad es que hacer habitable un piso te
enseña muchas cosas. Como por ejemplo, que tardan un mes en llevarte un sofá a
casa (como pronto), pero que mientras puedes hacerte tú misma uno con unos
cartones en el suelo (para que no esté tan frío), unos edredones encima (para
que no esté tan duro) y una almohada en la pared (para tener algo así como
medio respaldo). Que no es lo más cómodo del mundo, pero oye he visto en
tiendas sofás más bonitos pero mucho más incómodos.
También aprendes que se pueden hacer huevos
fritos en un cazo, que una olla llena de hielos y latas de cerveza envueltas en
papel de periódico es igual de eficaz que una nevera, que en una casa
deshabitada y medio vacía hace un frío polar, que a veces la tapa de un váter
puede ser más caro que cambiar el váter entero…
Estoy aprendiendo muchas cosas de esta experiencia,
menos mal que ya va quedando “menos”.