jueves, 17 de abril de 2014

Y esas cosas...

Es algo común, por lo menos entre las personas con las que lo he comentado, querer llevar escayola de pequeño. Sobre todo en la pierna, porque si no te ponían muletas perdía la gracia, aunque aquello de que tus amigos te dibujaran penes, digo te la firmaran, también tenía su aquél.

No sé, yo creo que los que pensábamos así éramos (somos) un poco idiotas. Creíamos que llevar muletas molaba. Entonces se las pedías siempre a tu amiga la de los esguinces porque tú por algún motivo nunca te hacías uno, y te pasabas la hora del patio venga a subir y bajar escaleras haciendo el tonto con las muletas. Lo mejor llegaba cuando se juntaban dos y empezaban las competiciones de a ver quién es más idiota y hace antes el circuito, eso sí, los heridos pocas veces participaban, por seguridad.

Pero mi idiotez llegaba aún más al extremo, porque yo no sólo quería llevar muletas, también quería llevar aparato (de ese que te hacia hablar raro) y gafas. 
Desde siempre he sido una persona con unas ideas muy normales… 

Pues bien, en esa época en la que quería llevar todo eso que muchos de mis amigos llevaban (las desgracias repartidas, eso sí) pues nunca me tocó, porque el destino tenía todo eso preparado (menos las gafas) para mi adolescencia.
Así que en mi adolescencia llevé escayola en las vacaciones de Fallas, llevé muletas en verano, llevé aparato prácticamente toda esa etapa… Genial, efectivamente fue una época gloriosa en mi vida.

Y recordando todo esto pienso si lo que quiero ahora, va a ser realmente lo que querré dentro de unos años... Supongo que habrá cosas que sí y cosas que no, pero de lo importante ¿seguiré pensando lo mismo que pienso ahora?
No es que sea algo que me preocupe, soy bastante fiel al right here, right now, pero sí que me parece interesante el cambio de pensamientos de una etapa a otra, y en parte siento curiosidad por saber cómo va a cambiar todo eso que ahora pienso sobre algunos aspectos de la vida. Porque también son cosas que estoy viendo en gente de mi alrededor y no deja de sorprenderme, que personas que tenían tan claro una cosa (o eso hacían ver) al final han dirigido su camino en dirección opuesta, y están muy felices con su decisión, que realmente es lo que importa.


Así que exijo a mi futuro yo, que haga una reflexión en retrospectiva para ver cómo ha ido (in)evolucionando.


Releyendo me he dado cuenta de que me hacen reflexionar un poco cosas super absurdas, pero yo soy así.


miércoles, 9 de abril de 2014

¿Te acuerdas?

Iba a escribir una entrada que empezaba diciendo “Cuando era pequeña…” pero  entonces me ha venido a la mente mi sobrina, y el hilo ha tomado otro rumbo, así que dejaremos esa historia para otro día.

Y es que mi sobrina acaba de cumplir 5 años, pero ella dice que no es pequeña, que ya es mayor y que el pequeño es su hermano.

Mi sobrina es una cabezota (no sé a quién habrá salido…), pero de estas que creen que pueden con todo y lo intentan hasta que lo consiguen (porque la mayoría de las veces lo consigue), y entonces tú, que a lo mejor te has pasado 10 minutos simplemente viendo como intenta abrir una caja con truco, no sientes que hayas perdido el tiempo, te sientes super orgullosa de ella, más incluso de lo que ella está, y te mira con una sonrisa que dice “Te dije que podía”.

Y piensas, si con 5 años ya es así, cuando tenga más no le va a parar nadie. Y esperas que así sea, que no se le crucen las cosas,  que siga consiguiendo lo que se propone porque ella puede, y que venga a decírtelo con una sonrisa de satisfacción con cada logro. Pero que también sepa que si ella no puede, estamos ahí para enseñarle nosotros cómo hacerlo.

Así que al final va a ser verdad eso de que ella no es pequeña, porque es una grande.

No sé si alguna vez he comentado que yo hice mis prácticas en un centro de personas con Alzheimer. 
La verdad es que nunca me he considerado una persona muy paciente, pero con ellos tenía una paciencia infinita, y no es que tuviera que forzarlo, es que me salía solo (lo mismo me pasa con mis sobrinos).

La paciencia es algo que tienes que trasmitir a las familias. Si son capaces de repetirles miles de veces lo mismo a un niño, por qué no a sus padres que ya tuvieron que hacerlo con ellos cuando eran pequeños, sus padres que le enseñaron aquello que ahora ellos deben “volverles a enseñar”… 
En muchos aspectos, son como niños, aunque no se les deba tratar igual, son adultos, pero desprenden la inocencia de un niño.

Trabajar con ellos me enseñó mucho, a comprender que aunque padezcan una enfermedad que les haga no recordar muchas cosas (por desgracia entre otros muchos síntomas), no olvidan el trato cariñoso que les muestras y te lo devuelven multiplicado por mil, en serio, es una de las cosas que más echaré de menos, las sonrisas que muestran en cuanto te ven, los besos y los abrazos, las risas, sus historias (se repitan o no)… Es muy difícil expresar todo el cariño que mostraban con nosotros. Aunque también había momentos difíciles en los que la tensión aumentaba debido al cambio brusco del estado de ánimo de alguno de ellos, pero al final esas cosas no son con las que te quedas.

Sin duda ellos me enseñaron mucho más de lo que yo pude ayudarles, aprendes muchas cosas de las que no eres consciente hasta que pasa el tiempo.

Aprendes que la música es una de las mayores memorias que existen, porque eso que se dice de que los olores son uno de los mayores evocadores de recuerdos probablemente sea cierto, pero desgraciadamente en la enfermedad de Alzheimer el olfato es uno de los primeros sentidos que se deteriora, de hecho cuando trabajaba con ellos en esta área ni siquiera eran capaces de reconocer el olor. En cambio cuando sonaban las primeras notas de la guitarra, ese momento en el que yo aún no había reconocido la canción, ellos ya la estaban cantando, y con cada canción que cantaban los vi reír, bailar, llorar… Algunos no querían cantar en ese momento y me contaban historias que habían vivido en las verbenas de sus pueblos y cosas así, muy golfos todos ellos ;)

No quiero hablar de la parte triste de esto, que no es pequeña, porque al final hay que quedarse con las cosas buenas, con esos momentos de lucidez en los que se acuerdan de que la semana pasada faltaste y te preguntan qué te pasó, con las miradas que te dicen mucho más que unas palabras que en ese momento no recuerdan como pronunciar, con la historia de sus vidas y su orgullo al contarlas, al hablar de su familia, con los momentos en los que se acuerdan de algo y llegan a llorar de la risa…

Son miles de cosas las que podría escribir de esa experiencia, muchas anécdotas, pero espero que nunca tengáis que vivir una experiencia así de cerca, porque es realmente duro.

En una de las charlas del curso de formación nos pusieron una viñeta en la que habían dos hombres sentados en un banco y uno le decía al otro: 
¿Te acuerdas cuando decíamos ‘¿Te acuerdas…?’ 
¡nos acordábamos!?
Me hizo gracia, yo ya voy en camino por lo visto, porque la mitad de las veces que me dicen eso me tienen que dar más detalles para que me acuerde de la situación ¡Un desastre!


Así que esta entrada va de extremos, de la infancia y de la "vejez", pero sobre todo, de que existe un punto en común que a veces es difícil de ver.


domingo, 6 de abril de 2014

Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan

Hace tiempo, hablando con un amigo, me dijo que para él un buen regalo no es un viaje, o una escapada. Me dijo que algo que no es material no es un regalo. 
Aquello llevó a una larga discusión en la que él siguió pensando que algo que “no perdura” no puede ser un regalo, y yo seguí pensando que para mí, un viaje, es el mejor de los regalos y la mayor de las inversiones (y la gente de mi alrededor lo sabe bien).

Sé que hay gente a la que no le gusta viajar, no disfruta descubriendo nuevos lugares, perdiéndose en ellos o fotografiándolos, no tienen interés en conocer otras formas de vivir, y para mí, se pierden muchas cosas... 
Sé que hay gente que no tiene la misma visión que yo, y en este tema me cuesta entenderlo, pero lo acepto.

Por otra parte, también soy consciente de la diferencia entre viajero y turista. Para mí una de las formas de diferenciar a uno de otro es el tipo de equipaje que lleva, y yo, hasta este año (y porque me la regalaron) no tenía una maleta como tal, no sé si eso os dice algo… Aunque he de reconocer que según la ocasión me muevo en uno o en otro, no soy de las que considera que uno sea peor y otro mejor, simplemente son distintas formas de conocer nuevos lugares.

A mí viajar me da la vida. 
No concibo pasar demasiado tiempo sin escapar a algún sitio, no concibo la vida sin ver más de lo que ya conozco. Y vale que cuesta dinero, pero tampoco es necesario dormir en el mejor hotel o comer en el mejor restaurante, hay que saber ahorrar, pero también saber gastar, y te aseguro que si te gusta viajar te buscas la vida para poder hacerlo, el resto son excusas.


Así que deja huella en otros lugares, o mejor deja que otros lugares dejen huella en ti.


miércoles, 2 de abril de 2014

A mi otro yo

Hoy iba en el autobús de vuelta a casa y me ha venido a la mente esa frase que está tan de moda de "Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca hiciste", y me he imaginado haciendo un montón de cosas muy absurdas (de las que aún no he hecho) que daban para vídeo, entonces me ha entrado la risa y la mujer de al lado se ha quedado un poco extrañada. 
Creo que en ese momento es en el que me he dado cuenta de que últimamente no soy yo, y que espero que esa parte de mí vuelva pronto.

Estos días (y digo días porque suena mejor) me debato entre no parar de hacer cosas y así no tener tiempo para pensar o simplemente tirarme en la cama, subir el volumen de la música y aislarme de todo/s. Tan apetecible esa segunda opción…

Hace tiempo que no me paso ni por aquí ni por otros blogs, hace tiempo que no hago muchas cosas que me gustan, y esto me está quemando no sabéis hasta qué niveles. Estoy cansada, pero cansada de todo, y yo no soy así.

Estar continuamente levantándote de una para que venga otra a volcarte agota, mucho, pero hay que seguir. Si algo aprendí con el intento de surf es que cruzar las olas cansa, pero las vistas y la tranquilidad del otro lado merecen la pena.

Ni siquiera sé por qué escribo esto, supongo que me echo de menos, supongo que estoy esperando ese momento del reencuentro conmigo misma ¿la idealización del momento hará que defrauden las expectativas? 
Tonterías a parte me echo de menos de verdad, así que esto va por esa parte de mí que me ha abandonado este tiempo y que espero que vuelva pronto. 


Fdo.: Mis hormonas


PD: Por si sirve de algo he llenado la despensa con cosas que nos encantan, así que o te das prisa o arraso con todo yo sola.