sábado, 26 de octubre de 2013

Porque estas son las cosas que pasan en mi vida...

El otro día decidimos ir a un pueblecito a hacer una ruta por el monte. La encargada de buscar la ruta fui yo, así que escogí una no demasiado larga que acababa en unos baños termales naturales que hay allí.

De normal cuando te vas de ruta, madrugas, sales pronto y la haces por la mañana. Pero en esta ocasión la pareja con la que íbamos no podía salir por la mañana, así que quedamos para comer en el pueblo y ya después de comer, con toda la comilona en la tripa  (porque nos cebamos todo lo que pudimos y más) empezamos la ruta.

Estuvimos 5km andando sin encontrar el sendero correcto, pero cuando ya nos dimos por vencidos e íbamos a dejar la ruta que había encontrado para otro día, por fin encontramos el camino que indicaba que por ahí íbamos bien.

Comienza la ruta, cuesta pa’ arriba, cuesta pa’ abajo, nos encontramos con un burrito, fotos con el burro, nos encontramos con perros alterados, aceleramos la marcha…

Todo muy bonito, y a los 3km (8 si le sumamos los 5 que llevábamos perdidos) uno dice que si estamos seguros de que no se nos hará tarde si seguimos la ruta y que si preferimos volver… El resto decimos que volver no es una opción, ya que se trata de una ruta circular, por lo que seguimos adelante, y nos encontramos cosas muy chulas como un chorro de agua, al estilo cascada pero que salía a presión y nos dejaba empapados, porque había que atravesarlo sí o sí.

A partir de este punto ya en teoría llevábamos más de media ruta, así que nos quedaban cosa de 2km para  acabar. Seguimos las indicaciones de la información que saqué de internet, y el camino empieza a complicarse, ya no sólo en dificultad, si no en señalización, varias veces nos salimos de la ruta pero al final conseguíamos retomarla volviendo atrás y buscando otro sendero.

Empieza a hacerse tarde, ya llevamos 15km andados y la idea de que en algún punto nos hemos desviado de la ruta que marcaba en internet comienza a ser más certera… aceleramos el paso (estamos en el monte y no queremos que se nos haga de noche).

El camino sigue, cruzamos un riachuelo, y no hay rastro que indique que el final del trayecto está cerca. Nuestro temor empieza a hacerse realidad y vemos cómo va oscureciendo… Mi móvil se queda sin batería, nos quedan dos más, uno de ellos alemán, que es el que usamos como linterna. Por suerte la senda mejora y salimos a un camino amplio. Ya es completamente de noche, los animales salen de sus escondites y aunque no los vemos los escuchamos a nuestro alrededor (en este punto yo ya estoy lo que se dice cagada).

Empieza a refrescar (recordemos que aún tenemos la ropa húmeda de ese tramo que tanto nos gustó que nos dejó empapados), y una neblina nos envuelve, pero por suerte hay luna llena, lo que nos ayuda bastante para ver mejor.

Encontramos una señal con indicaciones que nos dicen que el pueblo está a 3km si seguimos el camino del que venimos (no entendemos nada, porque en ningún punto vimos otro camino que no fuera el que llevábamos recorrido) y en la dirección contraria el pueblo estaba a 5km.
Como el mejor camino parecía ser el de 5km tiramos hacia allí, pero la cosa se complica, el camino cambia a uno que sin conocer la zona y sin apenas luz no nos atrevíamos a seguir, así que decidimos llamar a emergencias.

La suerte nos acompaña (la mala) y  no hay cobertura. Yo ya nos veía en los telediarios.
Dato: la llamada de emergencias sin cobertura es un timo, porque no funciona.

Decidimos que lo mejor es seguir caminando por el camino ancho, hasta encontrar cobertura, y una vez podamos llamar, volver hasta el cartel con las indicaciones y ver si alguien puede venir a por nosotros allí.
Llamamos a emergencias, no nos localiza ni cristo, ya no sé si pasan horas o minutos, para mí creo que pasaron días… Y la historia acaba un buen rato después, tras movilizar a los bomberos y la Guardia Civil, que contactan con nosotros vía whatsapp (benditos Androids y bendito Google Maps) y nos recoge un coche de la guardia civil con una gente majísima (jamás lo hubiera pensado).

Vamos, que la liamos parda, y una ruta de 9km acabó siendo una de 20.

La verdad es que pese a la situación y lo cagada que estaba nos reímos bastante, fuimos unos incautos de mucho cuidado, pero bueno "Al final todo acaba bien. Y si no acaba bien, eso es que aún no ha llegado el final".



sábado, 12 de octubre de 2013

Otoño

Ya es Otoño, pero otoño de verdad, no del 3 de octubre a 32 grados a las 9 de la noche.
Y es otoño, no invierno, el otoño existe ¡¿Por qué hay gente que no quiere aceptarlo?!
El otoño existe, y me gusta.

Estoy un poco desaparecida porque ha empezado octubre, lo que significa que mis vacaciones han acabado. Octubre ha empezado fuerte, empezó mal, pero bien.

El caso es que me he apuntado de nuevo a la piscina (al gimnasio, pero sólo voy a la piscina), porque soy una vaga y no hago nada de deporte, y porque la matricula era gratuita.
Así que estaba esperando a que llegara el 1 de octubre para poder ir.

El 1 de octubre a 38 grados en la calle.
No sé si sabéis las temperaturas que hay en los vestuarios del gimnasio, al menos del mío. Algo así como “el infierno” grados centígrados. 
Así que llegué, con todo lleno de abuelas saliendo de Aquafitness y busqué una taquilla donde poder dejar mis cosas lo más rápido posible para meterme en el agua y huir de ese calor infernal.

Hasta ahí todo bien. Empecé a echarme unos largos y a los 4 ya no podía con mi alma, pero bien.

Llegó el momento de salir del agua, sin reposar un poco ni nada (para qué, si soy una deportista nata, no necesito esas tonterías), hago el último largo y me salgo directa. 
Así que entre el cansancio que sentí y el golpe de calor que me dio al entrar en los vestuarios pues empecé a encontrarme un poco mal, pero hice como si nada y empecé a cambiarme para poder salir de ahí e ir a la calle con sus gloriosos 38 grados (mucho mejor).

Y cuando ya estaba enrollada en la toalla y sin el bañador, empecé a marearme levemente, y como tengo la tensión baja (y por ese motivo le tengo tantísimo odio a las altas temperaturas que me dejan como una zombie) pues ya sabía que o me tumbaba o la cosa iba a acabar peor. Y ahí estaba yo, en el vestuario lleno de gente, tumbada desnuda aunque tapada como podía con la toalla (porque en mi vida que esto pase en una situación menos ridícula no es posible), mientras unas mujeres de avanzada edad me daban consejos sobre cómo tumbarme para estar mejor y diciéndome cosas contradictorias y obviedades como: 
Ay pues sí que te has puesto más blanquita
¿En serio señora? A penas había notado la poca circulación de mi sangre en estos momentos… (Aunque debo alabar su capacidad de observación, porque ya de por sí soy blanca como la nieve).

Al final se me pasó y todo volvió a su normalidad, yo seguí cambiándome y las mujeres volvieron a su vida en la piscina.

Por tanto, mi primer día de gimnasio no me gustó nada, yo pensaba que me iba a dejar enérgica y resultó lo contrario, y pensé: menos mal que la matricula era gratuita porque no pienso pagar más meses... 
Pero ahora la cosa ha mejorado, y creo que seguiré yendo, porque pese a que me da pereza levantarme pronto para poder ir, luego me siento genial.


Y esto me hizo pasar a preguntarme ¿cuántas cosas he dejado de lado por qué me salieron mal un par de veces? ¿me rendí antes de tiempo en algo que quizás luego me gustaría o incluso se me daría bien?
(Lo sé, pienso y me pregunto muchas cosas xD)